Un ex alto funcionario ha acusado este lunes al primer ministro británico, Rishi Sunak, de llegar a reducir a la mitad el presupuesto de ayuda a los colegios necesitados de urgente reparación. Era el año 2021 y Sunak ocupaba el ministerio de Economía en el mandato de Boris Johnson. Según Jonathan Slater, que fue secretario permanente [el funcionario de mayor rango] en el Ministerio de Educación entre 2016 y 2020, Downing Street decidió priorizar la construcción de nuevos colegios —una maniobra mucho más rentable para su imagen política— que reparar los que se encontraban en mal estado.
El Gobierno conservador del Reino Unido inaugura este lunes el curso político con una crisis cuya dimensión puede resultar devastadora. El pasado viernes, apenas tres días antes de que abrieran sus puertas todos los colegios e institutos del país, el Ministerio británico de Educación enfureció a padres, alumnos, profesores y a la oposición política al anunciar que más de 150 centros deberían permanecer cerrados por riesgo de derrumbe. La causa: la fatiga de un material de construcción, muy común entre la década de los sesenta y los noventa, el hormigón celular curado en autoclave (RAAC, en sus siglas en inglés). Se trata de un material prefabricado, casi tan liviano y maleable como la madera. Se ha destinado durante estos años a techos, paredes, suelos y revestimientos.
Dos informes de expertos habían advertido ya del riesgo existente en muchos centros escolares, para los que se había utilizado en su construcción un material con un límite vital de poco más de 30 años. Solamente en Inglaterra, asegura Slater, su departamento sugirió la reconstrucción de entre 300 y 400 colegios. El Tesoro ofreció solo financiación para 100, y poco después redujo esa cifra a la mitad.
“No les estábamos diciendo únicamente que podía haber un riesgo significativo de accidentes, les avisamos del alto riesgo mortal al que nos enfrentábamos si no se financiaba el programa [de reconstrucción]”, ha explicado Slater en la BBC.
La oposición laborista, en un año que va a ser eminentemente electoral —los británicos deberán acudir a las urnas a finales de 2024— se ha aferrado a este escándalo con uñas y dientes. La combinación es letal: riesgo para los niños, alarma entre los padres y sospecha de negligencia y abandono de las cuestiones de seguridad por parte de un Gobierno conservador que lleva más de una década en el poder. Y para agravar la situación de los tories (como se conoce a los conservadores en la jerga política británica), los datos que comienzan a salir a la luz señalan directamente al primer ministro.
El Partido Laborista ha publicado el gasto en reparaciones de colegios durante los años en que Sunak estuvo al frente de las cuentas públicas. 895 millones de euros en el periodo 2019-2020; 655 millones entre 2020 y 2021, y 487 millones en el curso 2021-2022. “Rishi Sunak tiene gran parte de la responsabilidad por esta debacle. Fue él quien decidió redoblar la decisión del entonces ministro de Educación, Michael Gove, de recortar drásticamente los planes laboristas previos de reconstrucción de escuelas, y ahora sufrimos las consecuencias, con el caos creado en la educación de los niños”, ha denunciado Bridget Phillipson, la portavoz laborista de Educación.
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“Esa información no es correcta en absoltuo. Una de las primeras cosas que hice como ministro de Economía, en mi primer presupuesto de 2020, fue anunciar un programa de reconstrucción de hasta 500 colegios en el plazo de diez años”, ha respondido Sunak a las informaciones que apuntan directamente contra su gestión. El argumento, sin embargo, corrobora que el ritmo de reparación era relevantemente más lento del que requerían los informes de alerta.
La lista de colegios afectados
El Gobierno de Sunak, en una mezcla de confusión, incertidumbre, buenas intenciones y respeto a la autonomía de los centros escolares, decidió la semana pasada que no publicaría el listado completo de centros afectados hasta que cada colegio evaluara la gravedad de su situación y comunicara el cierre provisional y planes alternativos de alojamiento a los padres. En cuanto la noticia saltó a los medios, cundió la alarma y se redoblaron las exigencias para que se conociera la lista completa de centros afectados. La ministra británica de Educación, Gillian Keegan, se ha comprometido a hacerla pública este misma semana.
Keegan ha reconocido que alrededor de 1.500 colegios, un 10% del total en Inglaterra, no han entregado aún al Gobierno el cuestionario técnico que debían rellenar con la evaluación de sus materiales de construcción y el posible riesgo de fractura. La mayoría de ellos, admitía, sigue adelante con sus planes de abrir esta semana.
El Gobierno conservador, que después de más de una década en el poder sufre su propia fatiga de material, retrasó la solución a un problema del que había sido ampliamente advertido hasta el último minuto. El 7 de julio de 2018, el techo de la sala de profesores del Colegio de Educación Primaria Singlewell, en la localidad de Gravesend, se derrumbó. Afortunadamente, era un sábado. No había nadie en la instalación. Pero la señal de aviso se tradujo en nuevos y alarmantes informes, tanto por parte de organismos supervisores como de la Oficina de Patrimonio del Gobierno y organizaciones profesionales como el Instituto de Ingenieros Estructurales.
Las autoridades británicas han señalado además cinco centros hospitalarios que también necesitarán obras urgentes de reparación.
El Gobierno se ha comprometido a asumir todos los costes de reforma y realojamiento provisional de los centros afectados.
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