Al terminar, Antonio Rüdiger se postró a besar la hierba. Era la segunda vez que se echaba al suelo el único central auténtico que le quedaba en pie a Carlo Ancelotti para el primer partido del año. La primera vez que puso la frente sobre el césped fue para celebrar el gol que desatascó un partido que se había enredado entre ocasiones perdidas, adormecimiento y varios sustos de un Mallorca que había vivido a la espera. El alemán ha sostenido la defensa menos goleada en décadas y con un cabezazo amarró el simbólico campeonato de invierno para el Real Madrid, que cierra la primera vuelta de la Liga en cabeza, en lucha cerrada con el Girona.

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Andriy Lunin, Aurelien Tchouameni, Fran Garcia, Dani Carvajal, Rüdiger, Federico Valverde, Jude Bellingham, Modric (Dani Ceballos, min. 85), Kroos (Joselu, min. 67), Vinicius Junior (Brahim Diaz, min. 60) y Rodrygo (Lucas Vázquez, min. 85)
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Predrag Rajkovic, Siebe van der Heyden, Raíllo, Nastasic, Pablo Maffeo, Giovanni González, Manu Morlanes (Omar Mascarell, min. 72), Samuel Costa, Dani (Darder, min. 73), Antonio Sánchez (Amath, min. 83) y Cyle Larin (Abdón Prats, min. 73)
Goles 1-0 min. 78: Rüdiger.
Árbitro Alejandro Muñiz Ruiz
Tarjetas amarillas Siebe van der Heyden (min. 0), Rodrygo (min. 35), Andriy Lunin (min. 47), Nastasic (min. 61) y Pablo Maffeo (min. 69)
Fue en una tarde noche bajo techo en la que Vinicius volvía a jugar un mes y medio después de su segunda lesión muscular del curso. El brasileño ha recuperado la agitación antes que el juego, incómodo desde el principio con las atenciones de Maffeo y Raíllo, dos tipos con los que acumula ya viejas disputas. El extremo aún no luce afilado como antes de romperse y parte de sus gestos desesperados pueden derivarse de la impotencia. Como en el primer balón que le echó Kroos para que corriera. Prendió la expectación en la grada cuando Vinicius empezó a correr, pero se escurrió.
Como primera piscina en la que zambullirse después de un tiempo de parón, el Mallorca resulta incomodísimo. El balón le llegaba siempre acompañado de un recordatorio de que detrás había un defensa, casi siempre Maffeo. No había un movimiento limpio, sin fricción, y el brasileño se iba agitando, sin parar de quejarse al árbitro, que en el primer tiempo consideró que solo le habían hecho una falta. Y sin embargo, el extremo siempre estaba a un parpadeo de desatascar el partido. Tenía las mejores ocasiones: un tiro cruzado que desvió Rajkovic con la suela de la bota y un disparo desde fuera del área después de un caño que obligó al portero serbio a estirarse para desactivar el peligro.
Vinicius era la amenaza, pero ya no es el único plan del Madrid. El brasileño pasa menos tiempo enganchado al raíl de la banda izquierda. Lanza menos asaltos contra el mundo por ahí, y cae más a menudo cerca del centro, donde Bellingham, Rodrygo, Kroos y Modric cocinan el juego. Esa es la fórmula con la que ha avanzado el equipo sin él, y ahora que ha vuelto se ha integrado en ese engranaje. No es el final de todas las jugadas.
No aceleraba todos los asaltos ante un Mallorca que aguardaba muy junto atrás. El Madrid tocaba de lado a lado tratando de provocar el desorden con la movilidad de Modric, Bellingham y Rodrygo. Con paciencia y fogonazos del croata, que se exhibió con un recital de pases a espacios que solo él veía.
El equipo de Javier Aguirre apenas asomaba más allá del centro del campo mientras el Madrid aguantó el tono de la presión. Larin peleaba a solas cada centímetro ante el acoso de Rüdiger. Trataba de bajar alguna pelota para ganar tiempo, pero el alemán no permite un respiro. Estaba esta vez acompañado de Tchouameni, central de emergencia por la sanción de Nacho y las lesiones de Militão y Alaba. Muy seguro, muy limpio en la salida de balón.
El Mallorca parecía dormitar, pero en un parpadeo del Madrid Dani Rodríguez puso un centro al área, Antonio Sánchez cabeceó al larguero y la pelota botó a un dedo de la raya. El susto no fue el único que sufrió un Real que iba perdiendo fuelle. Lunin también vio cómo un tiro de Samu Costa golpeaba su palo izquierdo y se iba fuera.
El Madrid había ido cayendo en cierto adormecimiento, entre explosión y explosión de Vinicius. Ese punto de bajo tono era al que quería llevar el encuentro Aguirre. El lugar donde más tiempo pasó la pelota fue cerca de Rajkovic, acumulando esperas para ser pateada, ante la desesperación general. Cuando se combinaron esa fase de bajas pulsaciones con varias estiradas del Mallorca, Ancelotti decidió intervenir.
Retiró a Vinicius y Kroos e introdujo a Brahim y Joselu. El efecto resultó casi inmediato. La primera vez que se juntaron terminó con un cabezazo del malagueño, que medio metro de una la puerta despejada, la mandó extrañamente al palo.
El paisaje se había transformado. El Madrid había entrado en ebullición impulsado por la garra de Bellingham, que culminó muchas de las victorias in extremis de principio de curso. El inglés ocupó el centro del escenario, haciéndose cargo de casi todos los ataques, cuerpo a cuerpo con un Mallorca que conservaba fuerza.
Aunque el gol no llegó del juego, sino otra vez de un córner, como en la última jornada de 2023 en Mendizorroza, cuando anotó Lucas Vázquez. Esta vez fue Rüdiger, que lleva tres goles con el Madrid, dos al Mallorca en el Bernabéu, el de este miércoles y uno en septiembre de 2022, una tarde soleada en la que también besó la hierba.
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