En el puerto de la ciudad chipriota de Lárnaca está lista para zarpar la primera misión marítima de ayuda humanitaria a Gaza, capitaneada por las organizaciones World Central Kitchen (WCK), del chef José Andrés, y Open Arms, y formada por una tripulación de 15 miembros. La salida, prevista para este sábado a las 15.00 de la tarde, hora peninsular española, se ha retrasado a la espera de que se den las condiciones propicias, ha explicado por teléfono Óscar Camps, fundador de Open Arms y al frente de la misión. “Tenemos luz verde desde ayer [viernes]. Saldremos cuando se considere todo ideal: meteorología, mar y seguridad. Aquí, durante el viaje y en el destino”.
Desde la mañana de este sábado, un grupo de operarios vestidos con casco y chalecos amarillos ha estado colocando sobre una plataforma en el mar, con ayuda de una grúa, los enormes fardos que contienen la ayuda humanitaria para que fuera revisada por las autoridades de Chipre y de Israel. La carga del Open Arms contiene 200 toneladas de arroz, harina, judías, lentejas, latas de atún y otros alimentos no perecederos y de alto contenido proteico, y va embalada en unos enormes fardos negros en los que se distingue el logo de WCK y la bandera de Emiratos Árabes Unidos, que ha apoyado diplomática y financieramente esta misión.
A primera hora de la tarde de este sábado, las autoridades seguían inspeccionando el barco mientras que la carga ya había sido “sellada”, ha confirmado una portavoz de Open Arms. “Toda la carga y todo lo necesario para zarpar estará listo hoy, pero hay muchos aspectos involucrados en la operativa”, ha recordado. Este control es un trámite indispensable para poder zarpar, dado que Israel no permite la entrada en la Franja de cualquier objeto que, según su consideración, pueda ser empleado para fines militares.
El barco inaugurará la única ruta de entrega de ayuda a la desnutrida Franja aún no probada en los cinco meses de guerra y que apadrinan ahora Estados Unidos y la Unión Europea. Por tierra, Israel mantiene cerrados cinco de los siete puestos fronterizos, limita la entrada de ayuda y rechaza materiales que considera con potencialidad de uso por las milicias, como bombonas de oxígeno para los hospitales. Faltan, además, medios de distribución e impera el caos en las entregas, con asaltos a los camiones por multitudes hambrientas o por quienes buscan revenderla en el mercado negro. Por el aire, como efectúan varios países desde hace semanas, la cantidad es pequeña y hay riesgo de accidentes, como el que mató este viernes a cinco personas, al no desplegarse los paracaídas y caerles encima los fardos, según informaron las autoridades sanitarias.
La nueva operación es tremendamente compleja por dos razones, principalmente. Una es que hace falta un sistema de entrega de la ayuda que implique que la tripulación no entre en Gaza, pues no lo tienen permitido. Según adelantó Camps a este periódico la semana pasada, el proyecto presentado por las dos ONG a Israel salva el obstáculo de la última milla mediante una operativa que permite depositar la mercancía sin que la tripulación pise tierra gazatí, pero ha evitado revelar más detalles por razones de seguridad.
La otra dificultad es que en el enclave costero no quedan puertos operativos para que el Open Arms pueda atracar, pero se ha solventado porque los trabajadores de WCK en la Franja (donde hay unos 400 empleados locales) han construido un espigón. Una vez que los fardos sean desestibados, el personal de WCK los cargará en camiones y los transportará hacia el norte, donde la emergencia alimentaria es más aguda.
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Bombardeo en Rafah
Mientras, un bombardeo israelí ha dañado uno de los mayores edificios residenciales de 12 plantas en Rafah, la ciudad en el sur de Gaza que alberga a la mayoría de desplazados de otras partes del enclave palestino. El inmueble está a medio kilómetro de la frontera con Egipto. El ejército avisó del bombardeo a sus residentes media hora antes.
El ataque, de un tipo poco habitual en los últimos días en esa zona ―cuya evacuación forzosa e invasión terrestre anunció Israel hace casi un mes―, se produce el mismo día en el que el ejército israelí ha emitido un sucinto comunicado para dar cuenta de una reunión en la que las cúpulas del Estado Mayor y del Shin Bet (los servicios de inteligencia interior de Israel), junto con otros altos mandos militares, han aprobado “planes para continuar la guerra”. La nota no aporta más detalles.
El encuentro coincide también con el estancamiento de las conversaciones para alcanzar un segundo alto el fuego, de cuya ralentización Israel y Hamás se acusan mutuamente tras semanas de optimismo. Este sábado, el jefe del Mosad, los servicios secretos israelíes en el exterior, David Barnea, se ha reunido con Bill Burns, su homólogo en Estados Unidos (uno de los tres países mediadores, junto con Egipto y Qatar) para abordar el tema, ha informado la oficina del primer ministro, Benjamín Netanyahu. Tras el encuentro, el Mosad ha acusado al movimiento islamista de tratar de “incendiar la región en Ramadán”, el mes sagrado musulmán, que comienza este domingo y cuyo potencial explosivo venía apresurando a los mediadores a buscar un acuerdo antes. Este viernes, los periodistas preguntaron al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, si estaba preocupado por llegar al Ramadán sin un acuerdo que él confiaba ya haber cerrado: “Desde luego que lo estoy”, respondió.
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