Caída abrupta y recuperación de cohete. Eso fue grosso modo lo que pasó con la recaudación por impuestos durante la pandemia y los años siguientes: los ingresos tributarios se desplomaron más que la economía en 2020, pero rápidamente volvieron a crecer muy por encima de las cifras del PIB, un desacoplamiento al que han contribuido muchos factores, no todos bien identificadas. Por un lado, la mejora de la actividad y la fuerte creación de empleo; por el otro, el empujón de la inflación. Pero hay una parte que se escapa a estas dinámicas, y que estaría vinculado al afloramiento de la economía sumergida a raíz de la crisis sanitaria. En el caso del IVA, en concreto, la reducción del fraude habría brindado unos 6.000 millones más tanto en 2022 como en 2023, según calcula el inspector de Hacienda Francisco de la Torre en un estudio que publica este jueves Esade EcPol.
Tras un desplome del PIB de doble dígito en 2020, la actividad volvió a crecer un 6,4% y un 5,8% los dos años siguientes, en los que la recaudación fiscal avanzó un 15,1% y un 14,4% sin que se acometieran grandes modificaciones normativas. El Banco de España ya había puesto en el foco ese desfase y los llamados residuos impositivos positivos, es decir aquella parte del aumento en los ingresos tributarios que no se explica ni por medidas fiscales ni por la evolución de las bases imponibles, alegando el “desconocimiento” sobre el fenómeno.
Es cierto que algo parecido había ocurrido en los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria, pero las circunstancias actuales descartan que el incremento recaudatorio esté vinculado a un calentamiento ficticio del mercado de la vivienda, como señala De la Torre, que analiza la evolución del IVA entre 2019 y 2023 a partir de un nuevo método de estimación de la economía sumergida, llamado EVADE (Evading Value Added Duty Economy) y elaborado por los economistas Pappadà y Rogoff (2023).
Al igual que la totalidad de la recaudación, los ingresos por IVA crecieron mucho más que la economía en 2021 y 2022, un 14,5% y 13,9%, respectivamente, pese a las rebajas que se aprobaron en el impuesto por la crisis energética. “Parte de este efecto es inflación. Pero no todo”, señala el informe, titulado ¿Se redujo el fraude fiscal y la economía sumergida tras la pandemia? Análisis 2019-23 a partir de la recaudación del IVA. En ello, el inspector de Hacienda compara el consumo final de los hogares sujeto a IVA —con datos de la Agencia Tributaria de declaración de empresas y aduanas— con el gasto en consumo final estimado por el INE, con pequeños retoques para que la comparación sea homogénea —se tiene en cuenta el 88% del consumo final de los hogares en España porque la información de Hacienda no incluye los territorios forales, ni Ceuta y Melilla—.
Con estos datos a la mano, se calcula el porcentaje del gasto registrado por el fisco sobre del INE. El porcentaje cae en 2020, pero repunta en los años siguientes y llega a superar el 70%, frente al 63,9% de inicios de 2019. “Esto último indica mejor cumplimiento fiscal, y es una de las razones por las que se incrementa la recaudación”, resume el informe. Entre las razones que detrás de este vuelco, enumera cambios “sociales estructurales” como los mayores pagos con tarjetas, un patrón que corroboran los datos del Banco de España.
Para llegar a los 6.000 millones mencionados al principio, hay que ir a la recaudación y a las bases imponibles. En 2019, el IVA devengado fue de 74.321 millones —lo efectivamente ingresado fue algo menor, porque se restan impagos y aplazamientos—, unos 12.200 millones menos que en 2022. Las bases imponibles del impuesto, considerando solo las que se corresponden al consumo de los hogares, fueron unos 71.000 millones superiores en 2022 con respecto a la época prepandemia —475.000 millones, el 65,4% del total, frente a 404.076 (71,6%)—, lo que supondría un aumento de recaudación de 10.830 millones al tipo efectivo medio de 2019, ligeramente superior al de 2022.
“Este importe es la suma de tres efectos, inflación, aumento o disminución del consumo en términos reales, y mejor cumplimiento fiscal (fundamentalmente disminución de la economía sumergida)”, detalla De la Torre, que para determinar el impacto del mejor cumplimiento fiscal calcula la diferencia de porcentajes del consumo final sobre las bases de IVA, de 6,21 puntos. De los 71.000 millones de diferencia, 41.142 millones se deben a que hay un más consumo gravado, y el resto, básicamente, a inflación. “Si a esta diferencia de bases le aplicamos el tipo de 2019, 15,27%, el resultado es el aumento recaudatorio derivado del mejor cumplimiento fiscal y de la reducción de economía sumergida que ascendería a unos 6.282 millones de euros, algo menos de la mitad de la mejora recaudatoria en el IVA entre 2019 y 2022, si no tenemos en cuenta las rebajas del IVA en 2022″, desglosa el documento.
El informe concluye que los dos grandes elementos que explican los “residuos impositivos positivos” son el efecto de la inflación en el IRPF, ya que el Gobierno no deflactó la parte estatal de la tarifa y se produjo una progresividad en frío. Por otro lado, está la reducción de la economía sumergida, que en el caso del IVA se refleja en un incremento del porcentaje de operaciones “sujetas y declaradas” en el impuesto mayor al consumo. ”Este crecimiento inesperado parece que está tocando techo, pero se ha consolidado“, resume el informe.
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