La resistencia que está mostrando la economía española hasta ahora ha llevado a la Comisión Europea a mejorar sus previsiones para España. Calculan los economistas de Bruselas que este año el crecimiento español será del 2,2%, tres décimas más de lo que pensaban en primavera. El movimiento para el conjunto de la zona euro es inverso: se restan tres décimas al pronóstico de mayo y queda en el 0,8% para 2023. La debilidad alemana, que se contraerá un 0,4%, tiene mucho que ver con esta corrección.
Ya se vio la semana pasada con la corrección que hizo Eurostat al reducir del 0,3% al 0,1% el crecimiento observado en el segundo trimestre de este año. Y la Comisión Europea lo asume: “Los últimos datos confirman que la actividad económica de la UE fue moderada en el primer semestre de 2023 como consecuencia de las sacudidas formidables que ha sufrido la UE”, explica el comunicado que acompaña al documento técnico de previsiones. Esas “sacudidas formidables” pasan, en orden cronológico, por la pandemia, la presión sobre las cadenas de suministro que provocó la fulgurante recuperación de muchas economías (menos en el caso español), invasión de Ucrania por Rusia, el galopante encarecimiento de las cotizaciones energéticas y la subida de tipos de interés en el último año.
En estas circunstancias, la economía europea ha demostrado mucha más resistencia de la que se esperaba, pero ahora se mantiene en una situación de cierta anemia. Y continuará el año que viene. “El crecimiento débil persistirá en 2024″, ha admitido el comisario de Economía, el italiano Paolo Gentiloni, “sin embargo, se espera un suave rebote si la inflación continúa bajando y el mercado laboral continúa fuerte”. De hecho, el pronóstico de un ligero crecimiento del 1,3% es, de nuevo, tres décimas menos de lo calculado en primavera, aunque mayor del previsto para 2023. Para el caso español, el vaticinio es del 1,9%.
“La economía europea ha perdido impulso”, señala el documento divulgado por la Comisión Europea, en el que se señalan las causas más inmediatas de esto: debilidad del consumo interno y de las exportaciones, endurecimiento de las condiciones en las que se da el crédito debido a la subida de tipos de interés. Yendo más allá, hay que volver a mirar a ese rosario de “sacudidas formidables” que ha tenido por colofón el incremento del precio oficial del dinero.
Con esta perspectiva sobre la mesa, aumentan las dudas sobre lo que vaya a hacer el próximo jueves el Banco Central Europeo. Tras la reunión que mantuvo el Consejo de Gobierno en julio, antes de irse de vacaciones, la presidenta, Christine Lagarde, ya apuntó que en septiembre era posible que una nueva subida o una pausa. El enfriamiento económico que apuntan estas previsiones económicas —también los últimos datos y encuestas— reforzarían la posición de quienes defienden que mejor tomarse un respiro en las subidas de tipos. Pero la inflación, aunque mantiene una senda descendente, sigue en niveles muy altos.
Los precios este año subirán un 5,6%, creen los técnicos de la Comisión Europea, con países como Alemania significativamente por encima: un 6,4%. España, en cambio, tendrá un índice de precios al consumo del 3,6% este año. Las cotizaciones de la energía, causante del problema, ya hace tiempo que se hundieron. Pero ahora son otros productos los que mantienen la presión, concretamente los servicios.
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