Si hay un termómetro válido para medir la salud de las empresas petroleras, ese es Aramco. La compañía saudí, la tercera más grande del planeta solo por detrás de Apple y Microsoft, vio reducirse un 38% su beneficio en el segundo trimestre, hasta los 30.070 millones de dólares —27.342 millones de euros—. Eso supone doblar el ritmo de ralentización de los primeros tres meses, penalizada por la caída de la cotización del crudo en los mercados internacionales.
Lejos de propiciar una estrategia más conservadora, la reacción de Aramco a la pérdida de rentabilidad ha sido aumentar la cantidad que dedica a sus dividendos, esto es, distribuir más dinero a los accionistas, entre los cuales se cuenta el propio estado saudí, dueño del 90% de los títulos. Abonará 19.510 millones de dólares este trimestre, y además hará un pago adicional durante los próximos seis trimestres, comenzando con 9.900 millones en el tercero. De este modo, aportará recursos frescos al programa de reforma económica Vision 2030, con el que el príncipe heredero Mohammed bin Salman pretende reducir la dependencia de los combustibles fósiles y diversificar las fuentes de ingresos del país.
La facturación de Aramco también descendió, en este caso un 30,8%, hasta los 119.552 millones de dólares. Pero nada de esto ha sorprendido a los inversores, que incluso esperaban caídas más pronunciadas: al efectuarse la comparación con los primeros seis meses de 2022, cuando el comienzo de la guerra en Ucrania disparó los precios del petróleo a casi 130 dólares —ahora el brent cotiza algo por encima de los 85 dólares—, todo hacía indicar que tanto los beneficios como la cifra de negocio serían más bajos, dado que el mercado ya ha digerido la noticia y se han buscado alternativas al suministro ruso. Las acciones de la empresa repuntaban este lunes en torno a un 1% en la Bolsa de Riad, y acumulan una revalorización del 10,87% en lo que va de año.
El mayor desembolso en dividendos irá acompañado de más gasto para ampliar la capacidad de producción de los 12 millones de barriles diarios a los 13 millones, el objetivo que se ha marcado para 2027, con China como uno de los principales destinos de esas inversiones. Así lo justificó el consejero delegado de la entidad, Amin Nasser. “Con la esperada recuperación de la economía mundial y el aumento de la actividad en el sector de la aviación, será necesaria una inversión continua en proyectos energéticos para salvaguardar la seguridad energética”. El máximo directivo opina que “todavía hay mucho recorrido para que China y la economía (recuperen)”, y agregó que el sector de la aviación funciona aún al 85% de la cota alcanzada antes de la pandemia, lo que indica que existe espacio para el crecimiento.
Aunque los precios del petróleo son más baratos que hace un año, en los últimos días la tendencia se está revirtiendo, y ha alcanzado máximos de abril después de que Arabia Saudí y Rusia se comprometieran a mantener bajos los suministros durante otro mes. Ese paso despierta preocupación en Occidente, donde la desescalada de la inflación avanza, pero todavía de manera muy frágil, y cualquier imprevisto podría retrasar la vuelta a las tasas del 2% objetivo del Banco Central Europeo, sin la cual los tipos de interés seguirán altos, y con ellos las hipotecas.
Nasser también incidió en los esfuerzos de la compañía para ser menos contaminante. “Seguimos siendo optimistas sobre el potencial de las nuevas tecnologías para reducir nuestras emisiones operativas y nuestros envíos recientes de amoníaco azul a Asia muestran el creciente interés del mercado en el potencial de soluciones energéticas alternativas con bajas emisiones de carbono”.
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